
Por Floribeth Salazar Vargas
Costa Rica atraviesa un periodo de alta violencia, alimentado por desigualdades y por formas de masculinidad que legitiman el control sobre los cuerpos de las mujeres, pero esta violencia no solo impacta a las mujeres adultas, sino que también deja marcas profundas en las niñeces y adolescencias. Sin embargo, estas poblaciones siguen siendo invisibilizadas, tratadas como secundarias, en lugar de reconocerse como personas con derechos, experiencias y afectaciones propias cuya invisibilización limita nuestra comprensión del fenómeno y reduce la capacidad de generar respuestas adecuadas.

